EL MISTERIOSO CASO DE LAS HORMIGAS NEGRAS
En
el viejo jardín de aquél antiguo hospital de salud mental abandonado, aún
sobresalía del escrupuloso espacio verde, las viejas hamacas de madera con su
constante movimiento de vaivén. Las glorietas que rodeaban el verde y espacioso
jardín con sus hermosas enredaderas de pasionaria y madreselva, florecidas con
desopilantes colores y el toque delicado de un intenso aroma primaveral que lo
empapaba por completo. Recuerdo que también había una estrecha entrada hacia el
centro de salud. Y desde la vereda hasta llegar a las escalinatas de entrada,
caminaba escoltada por un regimiento de estatuas escultóricas de estilo
románico y cada cuatro de ellas un banco blanco despintado y descascarado para
descansar, el recorrido resultaba agotador.
Al
final del pasadizo y antes de subir las escalinatas una hermosa fuente con un
robusto ángel nos detiene fijando la mirada en sus detalladas alas. De entre
sus manos se asomaba una delicada aljaba agujereada por donde colaba el agua
puramente cristalina en forma de catarata cayendo a sus pies. Sentarse a
contemplar el sonido del agua, era un privilegio de pocos, era tan
pacíficamente bonito para ese momento de recreo mental, enfocando mi rostro
hacia el sol, generaba en mí, orden al caos y un tenue placer mental.
Durante
mi estadía part time, me dediqué a caminar por aquél delgado pasadizo
escultórico varias veces al día, luego me sentaba a descansar, suspirando
profundo, luego exhalaba, y así unas cuantas veces más.
Pero una media tarde mientras estaba
allí sentada con mi mirada hacia no sé dónde, observe desde lejos una delgada
línea en movimiento, y en realidad era una tropilla de hormigas negras
militarmente apresuradas que marcaban el paso, recorriendo un ínfimo camino que,
por haberlas seguido estrellé mi cabeza contra la pared. Ahí mismo, en esa
pared en ruinas, entraban todas por un diminuto agujerito. Así que, a la tarde
siguiente me senté a esperarlas a la salida de su cueva, pero esta vez, iban
saliendo de a cinco, miraban con miedo hacia todos lados, luego sus pasitos
apresurados comenzaban a moverse rápidamente, eran tan extremadamente negras
que parecían estar vestidas con un sobretodo.
Unas detrás de otras, iban marcando
el paso y hasta puedo asegurar que su caminar hacía ruido a taquitos. La tarea
asignada a mí misma, era seguirlas desde la salida y ver qué actividad llevaba
a cabo durante el resto de la tarde. De la misma forma sucedía a su regreso.
Pero nada, hasta el momento no veía nada interesante, ni nada extraordinario
que pudiera acercarme a alguna pista.
Esa noche, una de las tantas, en que
no podía conciliar el sueño, vi pasar por la pared, justo a la altura de mis
pies una hormiga negra. Y después fueron dos, después tres y así la tropilla
completa. Me levanté y me senté rápido en la cama y me dispuse a seguirlas para
comprender que estarían buscando, o quizás, qué estarían tramando. Luego de un
rato, comenzaron a bajar y pasar de a una, llevando mini maletines del mismo
color de ellas, resultando desapercibidos. Pero de todas formas, nadie podría
saber que llevarían o que mantenían escondido dentro de ellos. Comenzó a darme
sueño. Me recosté en mi cama pensando que al día siguiente continuaría con mi
investigación.
Pasaron las horas, el día estaba
nublado, había viento, parecía que se aproximaba una tormenta. Las hormigas
estaban apuradísimas y cada una de ellas llevaba algo que seguramente tenía que
ver con comida y provisiones. Y además
seguramente estarían de fiesta, o quizás celebraban algún acontecimiento,
quizás una boda, o un nacimiento, un cumpleaños, algún evento habría y para
ello necesitaban tanta comida.
Me quedé sentada en el jardín luego
de cenar con el objetivo de poder lograr espiar a las hormigas negras. Sin
embargo, el orificio por dónde entraban era sumamente pequeño, sin capacidad
para poder espiar. Entonces, se me ocurrió agarrar la pequeña linterna que me
había regalado mi madre para alumbrar el diminuto orificio. Me puse cuerpo a
tierra, lo más cerca de la entrada del orificio y justo cuando acercaba la
linterna mientras ya casi tenía metido mi ojo, justo en ese momento, me
cerraron la puerta. Por lo que me tuve que ir a dormir con la picante incertidumbre
sin saber porque las hormigas negras cargaban tanta comida.
A la mañana temprano fui al jardín y
esta vez no había ninguna hormiga circulando. Debe ser que se comieron y tomaron
todo en la noche que estaban tan satisfechas que decidieron quedarse a dormir.
Pero en realidad no sabía si era exactamente lo que yo pensaba. De todas
formas, qué explicación le daría por haberme cerrado la puerta en el ojo.
Sin
embargo, había decidido continuar con mi investigación a costa de todo, me
resultaba interesante y a su vez intrigante. Seguramente, había algo en ellas
por lo que me sentía atraída y le daba rienda suelta a continuar con empeño y
dedicación a resolver este misterioso caso de las hormigas negras.
Esa noche estaba sumergida en mis
sueños, cuando de repente desperté sobresaltada por el ruido tronador que se
sentía en la pared. De pronto, una hormiga se asoma de un pequeño agujero
arriba de mi cabeza y rápidamente se vuelve a esconder. Pegue un salto sobre la cama y me paré en el
blando colchón intentando espiar por el agujero y otra vez me cerraron la
ventana en el ojo.
Al día siguiente ya no podía dejar
pasar más tiempo por lo que tomé cartas en el asunto. Esa noche iba a averiguar
de la forma en que fuera posible, el porqué de semejante transporte alimenticio.
Y de repente, pensando en ellas, comenzaron a desfilar delante de mis pies con
cargas exuberantes, como insinuándose que pronto habría otra gran fiesta. Esa
noche me quedé sin dormir, debía buscar alguna manera de averiguar la algarabía
de las hormigas negras.
Antes de que anocheciera y siguiendo
los caminitos que solían transitar las hormigas, me puse a buscar en el jardín otros huequitos
por dónde posiblemente entrarían. Sin embargo, no tuve suerte y no hallé otra
entrada. Ya muy de madrugada, el sueño comenzó a apoderarse de mí y sin
pensarlo caí tendida en la cama y dejé a las hormigas en segundo plano para
continuar el seguimiento al día siguiente.
Era mediodía del sábado, el sol
estaba fuerte, con todas las ganas de estar firme, pero yo seguía teniendo el
interés de averiguar que sucedía con esas hormigas y el tráfico de comida. Así
que me quedé durante la siesta en el jardín, pero esta vez, las hormigas no volvieron
a aparecer. No sé si fue por el gran calor o por la tertulia de la noche
anterior, pero no se dejaron ver. Sólo
se escuchaban las chicharras desde las glorietas como si estuvieran en pleno
jolgorio veraniego. Era muy gratificante escucharlas cantar, y después de eso,
no sé cómo ni en qué momento, me dormí boca arriba en el banco.
Al despertarme ya pasadas unas
cuantas horas, me incliné sobre el banco y observé a las hormigas en una gran
conferencia. Pero al acercarme se disiparon rápidamente con su diminuto
maletín. Las seguí hasta el lugar al que se dirigieron, entraron tan rápido que
olvidaron de cerrar la puerta. Un poco más arriba de la pared se asomaba una
pequeña chimenea, pero no llegaba a ver nada por ahí.
Por
el momento me rendí, me acosté, me dormí y en medio de una noche silenciosa me
despertó el rechinar de las bisagras de la puerta donde estaban reunidas las
hormigas, así que me levanté despacito y observe como volvían a marcar el paso dirigiéndose
al orificio del patio. No sé podía ver mucho a lo lejos, porque era una noche
cerrada, oscura, seguramente la luna dormía escondida acurrucada en algún
lugar.
Al
despertar al amanecer, encontré en la punta de mi cama un sobre todo negro, un
maletín, una llave antigua y una puerta de madera al final del pasillo donde se
ubicaba mi habitación. Tomé el sobretodo, el maletín, calcé mis pantuflas y con
la llave abrí la puerta de otra dimensión.
María del Mar D'Anna, nacida en
la ciudad de Marcos Juárez, Córdoba, Rep. Argentina. Prof. de Educación
Inicial, Lic. en Cs. de la Educación y Mg. en Educación. Se dedicó a la
escritura desde temprana edad, recibió reconocimientos, menciones especiales y
de honor e integró antologías de editoriales tanto nacionales como
internacionales.

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