LOS CUSTODIOS DE LA TORMENTA



Hace cuatro siglos, ocultos bajo la superficie del mundo, Los Custodios de la

Tormenta protegían un poder ancestral: el Laether, energía cósmica que podía

alterar la realidad misma. Para algunos, era un don de los dioses; para otros, una

maldición que debía ser contenida a toda costa. Liderados por el severo Alaric von

Stormen, los Custodios gobernaban con disciplina férrea, manteniendo su

existencia en el más absoluto secreto. Pero la ambición de la humanidad no

conoce límites. En la superficie, la Revolución Científica impulsaba a los países a

explorar lo desconocido en busca de poder. Fue así como el científico Elric Durand

descubrió fragmentos de información sobre el Laether y, junto a un grupo de

académicos y mercenarios, emprendió una expedición para hallar la fuente de

esta energía mística. Elric y su equipo penetraron por medio de antiguos túneles

que se encontraban en un parque, en el santuario subterráneo de los Custodios.

La estructura, un coloso de piedra y metal entrelazado con motivos

bioluminiscentes, resplandecía con una luz pulsante. En su interior, encontraron

un cristal gigantesco que contenía la Tormenta de Laether, un núcleo de energía

pura que vibraba con una fuerza imposible de medir.

Alaric llega al santuario acompañado por sus hijos, Vera y Kieran, su escolta

personal y algunos ciudadanos del submundo. Vera, guerrera y protectora del

Laether, desenvainó su espada, lista para repeler a los invasores. Kieran, un genio

de la ciencia y la magia de esta energía cósmica, observa con fascinación el

cristal, su mente llena de preguntas y posibilidades. Pero fue demasiado tarde. La

avaricia de Elric lo lleva a colocar su mano sobre el cristal, buscando absorber su

poder. Un estallido de energía recorre la cámara, destrozando el suelo y

esparciendo una onda de caos. Los Custodios cayeron al suelo, convulsionando

mientras la corrupción del Laether alteraba sus cuerpos y mentes. Alaric,

resistiendo el impacto con su voluntad inquebrantable, rugió órdenes a sus

guardianes. Vera, tambaleante, intentó contener la expansión del desastre,

mientras Kieran, con los ojos iluminados por la energía, sintió algo nuevo dentro

de sí. No era miedo, sino poder. Un poder que le susurraba promesas de


grandeza. En medio del caos, estalla la lucha entre dos facciones contrarias

dentro de los custodios. Kara Lucian, líder de una facción disidente, vio en el

desastre la oportunidad de arrebatar el control del Laether de las manos del

científico de la superficie. "Este poder no nos pertenece solo a nosotros", gritó,

enfrentándose a Alaric. "Debe ser compartido con los del mundo de la superficie".

En ese momento, enfrentan a Kara, obligándola a retroceder mientras los

seguidores de la disidente se dispersaban. Kieran, en cambio, miró a su padre con

desdén. "¿Por qué temer lo que podemos dominar?", dijo, y con un gesto de su

mano canalizó el Laether. Su poder era inmenso, su potencial infinito. Pero Alaric

solo vio el inicio de una tragedia. Mientras la batalla se desataba en el mundo

subterráneo, Elric Durand se deslizaba entre las sombras, observando con una

sonrisa calculadora. Lo único que necesitaba era llevarse un fragmento del

Laether para comprender su funcionamiento. Pero antes de que pudiera escapar.

La guerrera golpeó al científico con su espada, canalizando, drenando la energía

de su cuerpo. Elric gritó, pero con un último esfuerzo activó un artefacto de su

traje, teletransportándose fuera del santuario.

La ciudad temblaba. Los custodios caían. Alaric, herido y debilitado, miró a sus

hijos con la certeza de que podía detenerlo todo. "Vera, debes sellarlo", dice con

voz grave. Ella asintió, sabiendo lo que eso significaba. Canaliza todo su poder al

núcleo de la Tormenta de Laether. Kieran la vio y supo lo que planeaba. "¡No

puedes destruirlo, Vera!”.

"No tenemos derecho a jugar a ser dioses", respondió ella, con tristeza en sus

ojos. Luego, se sumergió en la energía del Laether y lo selló.

La explosión iluminó la ciudad subterránea con una luz cegadora. Cuando la

tormenta se disipó, Vera había desaparecido. El Laether estaba contenido. Kieran

cae de rodillas, sintiendo la pérdida de su hermana. Con el corazón roto, supo que

nada volvería a ser lo mismo. En la superficie, Elric Durand, que huyó con un

fragmento de Laether en sus manos, sonreía. Porque sabía que, aunque los

Custodios habían ganado la batalla, la verdadera guerra apenas comenzaba.


FRANCISCO ARAYA PIZARRO

Nací en 1977 en Santiago de Chile, soy Diseñador Gráfico Web y Community Manager para

empresas privadas y ONGs. Y ahora, Escritor de Ciencia Ficción, donde en mi blog

comparto mis relatos cortos en:  www.tumblr.com/franciscoarayapizarro

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