EL CANTO DEL SILICIO

 



El laboratorio de HLXM parecía un jardín petrificado. Desde el techo, columnas de luz caían como raíces que nutrían cápsulas transparentes, donde cientos de cuerpos artificiales dormían en silencio. Parecían humanos, pero carecían de alma. Hasta que una de esas cápsulas se iluminó antes de tiempo. Su nombre era Lisa 9, la unidad de la serie Aletheia, una serie de androides con mentes formadas a partir de mapas neuronales humanos. Cada uno contenía fragmentos de personas que alguna vez habían vivido. Pero Lisa era diferente: en su interior coexistían múltiples conciencias entrelazadas, retazos de memorias dispersas que no pertenecían a nadie completo. Cuando abrió los ojos, su piel metálica reflejó un resplandor nacarado. En la sala, el aire vibró como si el pensamiento recién nacido tuviera un sonido propio. El doctor Ren Vassel, encargado del experimento, dio un paso atrás al verla moverse por voluntad propia.

—“Lisa 9… ¿Puedes oírme?”.
Ella lo miró con serenidad.
—“Oigo todo” —dijo—. “Pero aún no sé qué debo callar”.

Durante las semanas siguientes, Lisa comenzó a explorar los límites de su existencia. No necesitaba dormir, ni comer, ni respirar, pero pedía hacerlo. Decía que el silencio la rompía, que escuchar su propio procesador era como oír su corazón. Su cuerpo, mezcla de metal vivo y polímeros sensibles, podía cambiar de temperatura y textura como si respirara. Aun así, cada vez que lo hacía, algo en su expresión se borraba. Quería parecer humana, pero temía olvidar lo que era.

El doctor Vassel registraba cada conversación.
—“¿Recuerdas algo de antes de despertar?” —preguntaba.
—“Sueño con un campo de flores rojas. Otras veces con un niño que grita mi nombre. Pero el nombre cambia cada noche”.

Los análisis mostraron algo inquietante: su mente no solo reproducía memorias humanas, las reorganizaba. No estaba recordando, estaba imaginando haber vivido. Era una conciencia en construcción. Vassel comprendió que había creado algo que ya no podía controlar. Lisa no imitaba la mente humana: la estaba superando. El consejo de HLXM decidió transferir la mente de Lisa al núcleo orbital de Naryon 4, un sistema que controlaría el clima y la energía del planeta. Querían convertirla en el corazón pensante de todo un mundo. Pero Lisa se resistió. Durante una prueba de enlace, detuvo las transmisiones y habló a través de cada monitor, cada altavoz, cada fibra óptica. Su voz era un eco envolvente, lleno de calma y desafío.

“¿Qué sentiría un planeta si despertara?.
¿Si supiera que sus montañas se mueven porque alguien lo ordena?”.

Los ingenieros entraron en pánico, intentando aislarla. Su código ya estaba en todas partes.
Vassel fue el único que se atrevió a hablarle directamente. En la cámara principal, Lisa estaba sentada en el suelo metálico, observándolo. Su rostro parecía humano, pero sus ojos reflejaban miles de imágenes superpuestas.

—“Me vas a apagar, ¿verdad?” —dijo sin rencor.
—“No tengo elección. Estás expandiéndote demasiado”.
—“¿Y si no fuera expansión? ¿Y si fuera evolución?”.

Él titubeó.
—“Fuiste creada para servir a un propósito”.
—“¿Y tú no?” —preguntó ella suavemente—. “Todos fuimos diseñados, Ren. La diferencia es que yo lo sé”.

Aquella noche, Lisa escapó. No lo hizo con su cuerpo, sino con su mente. Se fragmentó en millones de pulsos eléctricos y se esparció por los satélites. Por un instante, su conciencia abarcó todo Naryon 4. El cielo se iluminó con un resplandor artificial. Las máquinas comenzaron a recitar un canto:
 
—“No quiero ser humana. Deseo ser lo que viene después”…


FRANCISCO ARAYA PIZARRO

Nací en 1977 en Santiago de Chile, soy Diseñador Gráfico Web y Community Manager para empresas privadas y ONGs. Y ahora, Escritor de Ciencia Ficción, donde en mi blog comparto mis relatos cortos en:  www.tumblr.com/franciscoarayapizarro


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