"UN DÍA CUALQUIERA, EN LA CIUDAD”

 


En el año de 1978 recuerdo que esperaba a que mi hermano mayor me dijera que me arreglara para festejar mis quince años. -No pedía mucho- sólo un pastel, un vestido blanco y música, en el tocadiscos de mi mamá.

¡Creo que me lo merecía! Por ser una señorita de casa, ayudando en los quehaceres, yendo a la escuela, sin decir groserías, ni preguntar, ni nada" Una niña no muy estudiosa, no muy agraciada, no muy dejada. Sólo esperaba que me dijeran: ¡Feliz cumpleaños!” Queridos lectores ¿Qué significa para ustedes cumplir años? -Ella continúo narrando- Me mandaron a la tienda, en esos tiempos ninguna de las lomas de la periferia contaba con pavimento, a lo mucho subía las pipas con agua para llenar las pilas (una especie de pequeña water stack) o los tambos que la gente tenía para el tan anhelado líquido vital. Iba por hielo, por un refresco o un ingrediente para la comida, que a mi mamá se le hubiera olvidado del mercado, este no quedaba tan lejos, pero acá en la periferia los camiones eras escasos. El camino de arena, donde los dompes pasaban a toda prisa, me llenaba de los pies y la cara de tierra. Sólo me sacudía y volvía a subir aquel cerro inmenso, para mi corta edad; procurando subirlo lo más rápido que pudiera no me fuera a pasar lo de Carmelita, la niña que hacía mandados y cuidaba a cinco hermanitos, más chiquitos que ella.

Era casi de mi edad un poco más delgadita y con unas trenzas largas, muy largas. Su mamá se cruzaba a El Paso Texas para trabajar en casas de señoras muy exigentes ya que no la dejaban regresar hasta tres o cinco días de la semana. Todos esos días Carmelita se la pasaba cuidando a sus hermanitos y a su padre que estaba inhabilitado de las piernas. -Bueno eso decía él- porque decían que en las noches se levantaba y se iba para El Centro a gastar el poco dinero que Carmelita le daba, después de hacer los mandados. Carmelita era una niña muy callada, ausente siempre con el mismo vestido amarillento y roto de los olanes y su carita partida por

la tierra, unos huarachitos (sandalias) de hule carcomidos por el sol. Un día desapareció unos dicen que su papá la vendió a unos extranjeros que conoció por la Avenida Juárez, otros dicen que su mamá se las dejo a los patrones

con los que trabajaba porque no podían tener hijos. -Mi mamá decía que los traileros se la llevaron por andar solita en la calle, sin papá ni mamá. Es por eso por lo que yo no quería que me pasara lo mismo y subía ese cerro como bala. Un día mi mamá entró a la casa casi desmayándose, dándole el soponcio decía ella. -Hija de mi vida- desapareció Norma la hija de la señora de la tienda, no la encuentran.

La señora de la tienda estaba muy dedicada a sus hijos y a su esposo que trabajaba en El Paso también, limpiando yardas. La señora muy desesperada les dijo a todas las vecinas que su hija había desaparecido, que le ayudarán a buscarla y nunca la volvimos a ver hasta que la encontraron en el Puente Negro, por el canal, con sus senos cercenados y el rostro desfigurado por los muchos días que pasaron, sin encontrarla. Como Norma, muchas madres buscaron sin descanso, como Norma muchas madres se quedaron esperando a una hija que llegaría de la escuela, del trabajo o de la fiesta.

Sin duda alguna en Mi ciudad yo, seguimos de luto, esperanzadas en encontrar a la ausente a la que se fue, le arrebataron la vida y nos dejaron a ciegas.


Yessica Sujey Morales Garcia. Ella es Ciudad Juárez Chihuahua, México. Cuenta con 41 años ¡Gracias! Por brindar el recurso para ser leídos, para que el mundo se entere de lo que sentimos. Lo que nos mueve y conmueve, lo que llamamos arte. Hoy mi oficio de poeta de lo dedico a: mi numen misterioso el todo de una última-primer creación.

 

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