EL CIERVO BLANCO
Se contaba de seres
extraños, tanto de luz como de oscuridad que rondaban en la parte alejada del
reino Karum. Se escondían en el profundo bosque rojo Gulark. Una zona oculta
entre grandes montañas esmeraldas. Su entrada era custodiada por un enorme ser conformado
de miles de hojas verdes. Para que permitiera seguir el camino de cualquier
atrevido hombre, mujer o caballero, pedía como pago hojas nacaradas del árbol
Erlal, las cuales eran la llave que
abría la barrera mágica.
Con el paso de los
milenios también tomó mucha fuerza la historia de otro habitante de aquel
enigmático bosque. Muchas personas querían atraparlo para bien y para mal. Sin
embargo, no sobrevivían a ese lugar, era atroz. El ciervo blanco era un ser
mítico, poseía magia curativa. Algunos decían que sí existía, otros que eran
simples mentiras. Algunos en su desesperación para sanar enfermedades sé
arriesgaban a enfrentar tales peligros, otros para lucrar con el.
Sé decía que había sido
alguna vez, en el pasado un apuesto caballero, pero su padre cegado por la
ambición decidió hacer un pacto con una criatura siniestra llamada Neralal, el
rey de aquel bosque maldito.
El padre del joven sin
miramientos decidió entregar a su hija para un ritual que le daría riquezas
infinitas. Un día la chica desapareció. Su otro hermano ni se inmutó. A Gorent
el hijo mayor se le hizo raro la indiferencia de éste y su padre, así que
decidió iniciar su propia búsqueda. Lo que más deseaba era ser parte de una
gran familia unida, pero no lo eran.
Pasaron días y nada,
aunque una noche el ulular de un búho lo guió a un extraño lugar, la encontró
en el preciso momento en que sería sacrificada. Arrojada a un lago bajo la luz
de la luna sangrienta. Él le rogó al ser que cambiará su vida por la suya. Así
lo hizo, fue arrojado al agua y cuando salió era un ciervo blanco.
Su hermana se quedó a
servir al ser para poder seguir junto a su hermano, pasaron años y años, ellos
no envejecían, cada día recorrían ese nuevo "hogar" aislados del
resto del mundo. Nadie se atrevía a entrar por aquellos caminos cerrados de
amplia vegetación. Su hermana siempre lo abrazaba y lloraba. Él solo se
acurrucaba.
Él había hecho un
juramento a su abuela, de hecho ella se los había pedido a ambos hermanos,
proteger siempre a su hermana, al parecer sospechaba que su padre le haría
daño, pero no tenía pruebas, luego falleció en extrañas circunstancias. Su otro
hermano quebrantó el juramento, nunca le importó su hermana. Sin embargo,
Gorent era un hombre de honor, la cumpliría al pie de la letra, sin importar
las consecuencias.
Un día encontró a una
delgada joven de largo cabello lacio negro, estaba herida e inconsciente, él la
atendió, cuando despertó ella se abrazó a él, derramó lágrimas, y le contó como
la habían arrojado aquel bosque. La despojaron de todo. Su familia y amigos no
lo eran, sólo la habían utilizado para su propio beneficio.
El ciervo la llevó a la
cueva donde vivía con su hermana, cenaron junto a un búho, el travieso mapache
y una brillante mariposa. Llevaban una vida tranquila hasta que un día regresó
su padre con su otro hijo a exigir al ser que quería más poder, pero este ya le
había otorgado todo. En represalia incendió el bosque con un fuego sagrado. El
ser murió pero con sus garras se los llevó con él. El lago comenzó a burbujear
y una hermosa mujer apareció. El ciervo blanco de inmediato la reconoció, era
su madre.
Ella con el poder del agua
apaciguó al devorador fuego. Se acercó a los animales y apareció en su mano
derecha una pequeña botella de cristal. La colocó en las manos de la joven de
cabello negro, le dijo que extranjera su interior y soplará. La chica se quedó
extrañada pero la mujer le reveló que en su ser habitaba un espíritu del
viento, así lo hizo y los animales recobraron su forma humana. Gorent abrazó a
su madre y la presentó a su hermana. Ella era un bebé cuando desapareció, así
que no la conocía. Con el nuevo tiempo rehicieron sus vidas y formaron una gran
familia unida. El más grande sueño de aquel joven se había cumplido.
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