PÚRPURA ELÉCTRICO
Querida
Yadira
He leído
muchísimas veces la carta que hace exactamente un mes tuviste la amabilidad de
hacerme llegar con todas tus quejas y acertados argumentos. He llegado a
algunas conclusiones, a cada cual más peregrina que la anterior.
Sin duda lo
más importante es el hecho de que me haz abierto los ojos.
Es cierto
que durante mucho tiempo he negado tu existencia como una parte fundamental de
mi personalidad, más que nada por miedo. Dijiste que no me atrevía porque temía
la reacción de la gente y lo que podían decir de nosotros y estás en lo
correcto.
Lo supe
cuando me enfrenté por primera vez al mundo, cuando me olvidé por completo de
todas las tardes que pasamos juntos en casa, vistiéndonos y maquillándonos con
la ropa de mamá cuando nadie nos veía. Fueron tardes maravillosas, yo lo sé. Éramos
unas auténticas reinas que podían rivalizar contra cualquier diva de las
películas del cine de oro que pasaban en la televisión los fines de semana.
Nuestros pies caminaban con elegancia y glamour por los pasillos de la casa. El
tacto de la lentejuela, la seda y el encaje aún puebla mis sueños más íntimos,
de eso puedes tener certeza.
Sé que no
fue justo que nuestras sesiones terminaran así, pero los demás niños se hubieran
burlado de nosotros al ver el modo diva en acción, nos hubieran golpeado en el
patio del recreo después de la escuela como hacían siempre que encontraban a
alguien en nuestra situación. ¿No te acuerdas de lo que le pasó a Pedrito
Hernández por llegar a la escuela con las uñas pintadas?
En ese
entonces creí que estaba haciendo lo mejor para nosotros, en verdad creí que te
estaba protegiendo de aquellos que no nos entenderían, pero ahora puedo
entender que la verdadera razón es que me avergoncé de ti, de esa parte de mí
que no encajaba con los demás.
Sé que hubo
varias veces en las que debí dejar que salieras, como cuando nos acusaron por
primera vez de ser diferentes. Hubiera sido mejor decir la verdad a callar de
manera absoluta la verdad en la que éramos cómplices.
También está
aquella ocasión, durante un campamento, cuando recibimos nuestra primera
confesión de amor por parte del chico que nos llevaba hasta la locura. Hubiera
sido maravilloso expresar el deseo de nuestro corazón en lugar de callar.
Pero no
estoy aquí para recordar todas las veces en las que debí escuchar tu voz, la
misma voz que había destinado a estar guardada en lo más profundo de nuestra
mente.
Estoy aquí
para admitir que tienes razón y mereces salir más seguido, que la peluca
púrpura eléctrico que compré el otro día luciría divina en nosotros junto con
el labial rosa potente y un vestido de escándalo a juego con los diminutos pantys de seda guardados para ocasiones especiales.
Sé que vamos
a ser la reina de la noche y a captar la atención de cada hombre que se nos
antoje como me haz sugerido en tu amorosa e ilustre carta.
En fin, no
quiero alargar esto, sólo quiero decir que tienes razón y confirmo que me he
equivocado al negar tu existencia por tratar de encajar en esta sociedad que jamás
estará de acuerdo con un estilo de vida como el que pretendo que vivamos a
partir de hoy, siendo lo que en verdad somos.
No te negaré
nunca más y me aseguraré de que la gente te conozca.
Besos
tronados para ti también, guapa.
Posdata: Nos
vemos esta noche sin falta.
Atentamente
Armando Cisneros.
Semblanza:
Karla Hernández
Jiménez
(Veracruz, Ver,
México)
Licenciada en
Lingüística y Literatura Hispánica. Lectora por pasión y narradora por
convicción, ha publicado un par de relatos en páginas nacionales e
internacionales y fanzines. Actualmente es directora de Cósmica Fanzine.
Comentarios
Publicar un comentario