De siete y medio
Las rondas pasaron y pasaron, y la ropa de las jovencitas fue
abandonando sus cuerpos, progresivamente. Fue mucha la sorpresa de Daniel
cuando, estando ya las cinco chicas en ropa interior, y mostrándole bastante de
sus encantos, Natalia, aquella chica que no había dicho nada, fue a derrotarle
limpiamente. Daniel le lanzó una mirada de preocupación, pero la que les lanzó
a las otras cuatro, fue de coquetería total. Se quitó la playera y la arrojó
lejos.
Creyó morir cuando perdió nuevamente. Se vio obligado a despojarse de su
pantalón de mezclilla, quedándose únicamente en calzoncillos.
–
Estamos empatados, nenas – dijo él –, pero ni crean que me ganarán, ¿eh?
–
Natalia ya te ganó dos veces, chiquito – dijo una de las jovencitas.
–
Muy bien por ti, Naty – le dijo Daniel a la chica, sonriéndole –. Debes
sentirte muy orgullosa, ¿eh? Nunca me habían derrotado antes en este juego.
Ella no le respondió nada y esperó a que empezara la ronda que definiría
todo, la que haría que o cinco o solamente una de las personas en esa
habitación quedaran completamente desnudas.
Daniel decidió no seguir recibiendo cartas, y vio como todas las otras
sí le pedían más. Natalia, por su parte, le pidió tres. Al lanzarle lo que le
pidió, Daniel imploraba, con todo fervor, que no ganara una vez más, que los
naipes que había pedido no le fueran útiles para salir victoriosa. Pero sus
anhelos no se cumplieron aquella vez. Por fin, después de haber desnudado a
tantas chicas, su juego se ponía en su contra.
–
¡Mucha ropa! ¡Mucha ropa! – Empezaron a corar las muchachas.
El
joven se ruborizó. Natalia le sonreía con malicia y le pedía, visualmente, que
se quitara los calzoncillos.
Daniel no pudo evitarlo…
Las carcajadas de las cinco que estaban ahí empezaron a resonar, y
Daniel no encontraba la manera de acallarlas. Las miraba, únicamente, y
aquello, una causa, al fin y al cabo, como todas en el mundo, tuvo su
consecuencia, que fue una muy pequeña erección, que apenas si hizo que su pene
creciese. Al notarlo, las chicas señalaron a su miembro y se carcajearon
todavía más.
–
Vean – dijo una, entre risas –. ¡Apenas si se le para!
–
Pobrecito – dijo otra, señalándole –. Eso no sirve para nada.
–
Yo creo que ya aquí le paramos, Danielito – se rió Natalia –. ¿Cómo nos vas a
pagar si vuelves a perder?
–
¿Con esa miseria? – Dijo otra, carcajeándose –. No, papacito, gracias, pero no.
Daniel no sabía ni a cuál de las muchachas debía prestarle atención. Lo
que sí sabía era que su reputación se había terminado definitivamente…
Juan
Rogelio
JUAN ROGELIO
(Ciudad de México, 4 de abril de 1994)
Ha publicado, entre otros sitios, y en las
categorías de poesía y narrativa, en Fanzine
Parasitosis; en Perro Negro de la
Calle; en Prosa Nostra; Comunidad Tus Relatos; delatripa; El Narratorio; Revistalasílaba;
y Verso Inefable.
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